Hace unas semanas, Rocío, del blog Corriendo sin zapatillas, me preguntaba si yo tenía un Cajon de la cosas importantes. Y lo cierto es que sí, que lo tengo, aunque no es un cajón exactamente, es una caja.
Ahora mismo, la caja está un poco más vacía, porque todos los documentos importantes y las fotos, como te contaba en #quieromicasaenorden: un escritorio de ordenador caótico, las tenemos en la Nube.
Qué es «la caja»
La caja es un lugar en el que guardamos las cosas con las que tenemos un apego especial, bien por su valor económico o. lo más normal, por su insustituible valor sentimental.
Es ese conjunto de casas que querrías salvar sin lugar a dudas si la casa se quema o si tienes que salir corriendo por cualquier motivo inesperado.
Lo normal, ya lo sabes, es que no pase nada de nada, y que nunca tengas que salir pitando con tu caja. Pero todos los años vemos por la tele el caso de algunos vecinos que tienen que ser desalojados por una u otra situación. Seguro que ellos también pensaban que era imposible.
No sólo, a nivel de organización, esa caja contiene una serie de cosas que consideras intocables, que tienen su espacio reservado y que tienes muy claro dónde encontrar. También, si ocurre cualquier cosa, te sentirás reconfortada y feliz de tener la caja contigo.
Mi caja
Para ser exactos, nosotros tenemos tres cajas, una por cada miembro de la familia.
La de mi peque, tiene sus pendientes, el collar de ámbar que llevaba cuando estaba con los problemas de dientes, su primer DNI, la guirnalda de su primer cumple, su primer sonajero, una concha de vieira con la que la bautizamos y una medalla de la Virgen de Covadonga que le regalaron cuando nació.
La de mi chico, no tengo ni idea lo que tiene jajaja, es secreto, pero con lo práctico que es, poca cosa tendrá.
En la mía tengo mis tesoritos (mi anillo de pedida, unos pendientes especiales…), mi pasaporte caducado, mi cartilla de vacunación (cada una tiene sus manías) y una brújula.
Son pocas cosas pero, la verdad, hace ya algún tiempo que me di cuenta, como te digo siempre, de que menos es más y que no necesito casi nada. Ya sé que pensarás «ya está aquí la mística».
Será que me hago mayor, será que he pasado largas temporadas de camping en muy, muy pocos metros cuadrados, será que me he mudado tantas veces que he perdido el apego. No lo sé.
El caso es que, cuantas menos cosas tengo, más feliz me encuentro. Cada vez que tiro algo que no necesito, es una especie de liberación, como si me quitara lastre. He perdido la cuentas de las decenas de cajas que he tirado en los últimos tres años (probablemente llegue a las cien).
Ahora intento vivir con intensidad los momentos, acumular recuerdos (a veces incluso me olvido de hacer fotos) y vivir en espacios despejados llenos de cosas que significan algo.
Un ejemplo perfecto son unos zapatos de mi abuela, que no me servían, y que fui trasladando de casa una y otra y otra vez… hasta que hace unos años, los doné. Pensé que sería muy triste, pero no fue así. Que yo tuviera esos zapatos no me hacia recordarla más o quererla más, eso no era lo importante. Lo importante era y sigue siendo su recuerdo.
¿Sabes que existe una web donde la gente sube lo que se llevaría si su casa se incendiase? Si te apetece cotillear, se llama http://theburninghouse.com/. Y tú ¿Que te llevarías? Cuéntamelo en los comentarios.
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