Llámalo casualidades de la vida, destino o pura suerte. El caso es que el concepto del danshari llegó a mi vida directamente desde las lejanas tierras del sol naciente justo en el momento que más falta me hacía.
Era un momento de duda, de cambio, en el que empezaba a deshacerme de cosas y a sentir todo lo bueno que me producía pero en el que aún tenía esos sentimientos de culpabilidad del que se deshace de algo que cree que todavía tiene algún valor.