Llegó Septiembre. Así, como sin quererlo, llevándose los últimos granos de arena que todavía caen de los calcetines al quitártelos. Y ahora ¿qué? Es posible que acabes de llegar a casa y que no consigas situarte. ¿Te ha pasado esto? ¿Lo estas viviendo? No estás solo.
El fin del verano no es fácil. Se acaban los horarios compactos en el trabajo, los días de playa y las horas de luz interminables. Quizá esto te ocasiona ansiedad y nervios en el estómago, de esos que no te dejan comer pero que, de repente, devoras todo lo que tienes en la cocina.
A todo esto, si tienes niños, se suma el inicio del colegio, levantar a los niños, preparar el material del curso, adaptarlos de nuevo a las rutinas. Dan ganas de marcharse de nuevo y mandar la vida real a tomar viento.
Calma. Es normal.