Esta semana, el fuego ha invadido mi querido norte. Muchos lo sabéis, otros no. Yo nací en Asturias, pero estudié y viví, hasta hace tres años, en Vigo, la ciudad cercada por las llamas.
Todavía tengo una casa en la montaña, en una zona también afectada por los incendios, donde aún esperan algunas de las pocas cosas que no se han venido a Madrid.
Ha sido horrible ver cómo tantos sitios por los que paseé hoy son ceniza, pero de esto también se aprende.
La Impermancia
Existe un gran sentimiento de frustación al ver como todo arde y no puedes hacer nada. Existe al saber que puedes perder tu casa en un abrir y cerrar de ojos o al saber que tus amigos ya la han perdido. Ver como paraísos naturales que has recorrido tantas veces, que tardan décadas en crecer, se destrozan en horas por la maldad y el egoísmo de unos pocos es difícil.
Para mí, los bosques, las playas y los montes son tan importantes como la cama o el sofá de casa. No sé si todo el mundo lo vive de la misma forma pero, desde luego, yo sí.
Es terrible, pero es tan terrible como inevitable. Todos sabemos que estas cosas pasan de forma recurrente. Se pueden preveer, se pueden minimizar pero es totalmente imposible evitarlas. ¿Cómo podemos enfrentarnos a esto entonces? Los budistas llaman a esto la impermanencia.
Absolutamente todo en el mundo, todo sin excepción, es impermanente. Hoy está, mañana no está. Da igual que pienses en árboles, pisos, cuadros o en ti mismo. Todo tiene un tiempo y debemos disfrutarlo mientras dura y después dejarlo ir. Aceptamos la pérdida y enfocamos toda nuestra energía en seguir adelante y en mejorar el mañana.
Mucha gente interpreta esto como indiferencia, como que da igual. No es eso. Se trata de que algo perdido ya no puede recuperarse, no vale la pena llorarlo o maldecir durante días. Así nadie gana. Es mucho más práctico y sano enfocar toda nuestra energía en mirar hacia delante, en tratar de mejorar el futuro y en recuperarnos lo antes posible. La vida cambia constantemente y debemos fluir con ella y adaptarnos a cada cambio.
Los humanos nos llevamos fatal con el cambio.
Conclusión
Lo que nos enseña el horror de las llamas es que todo puede cambiar de un momento a otro. La vida es mucho más que coleccionar objetos. Si tu objetivo para este año era cambiar la tele, el coche o la cocina, piénsalo y dale una vuelta. Tus objetivos vitales tienen que estar relacionados con el bienestar, con la felicidad y con esas cosas que generan sensaciones.
No vivas en el pasado, ni siquiera en el de hace cinco minutos, porque eso ya no te aporta nada. Aprende del pasado, vive en el presente y piensa en el futuro, siempre con fuerza, siempre con optimismo. Nadie sabe lo que va a pasar mañana, ¿por qué no puede ser increíblemente bueno? Está en nosotros decidir lo que queremos creer.
Los bosques volverán a ser verdes, los montes volverán a ser hermosos y el cielo volverá a ser azul de nuevo. Analicemos lo que hicimos mal pero no dejemos que retrase lo que ya deberíamos estar haciendo hoy.
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