No es poca la gente que me pregunta cómo es posible recuperar el control de tu vida a través del orden del hogar. Sobre todo, es una pregunta muy habitual en entrevistas.
Es comprensible. Primero, porque ordenar una vida problemática o caótica parece un objetivo muy ambicioso, complicado y, a veces, casi imposible. Segundo, porque el hogar es algo tan rutinario, tan básico y tan tedioso, que parece que apenas tenga relevancia en algo tan elevado como la felicidad.
Pero por los mensajes que me vais mandando, veo que muchos de vosotros empezáis a entender ya, de verdad, cómo funciona todo este método.
Lo primero, la confianza
Efectivamente, si tu vida está hecho unos zorros, no la vas a arreglar en dos días ni visitando Ikea. Eso es así. No obstante, el primer paso es, precisamente eso, dar el primer paso, empezar a andar. ¿Cómo? Con pequeños gestos que marcan grandes cambios, enseñándote que las cosas pueden cambiar, que está en tu mano cambiarlas.
No sirve de nada enseñar grandes trucos o dar clases magistrales de psicología. Lo que primero que hay que enseñar a alguien que está perdido es que puede hacerlo, que son sus decisiones y sus actos los que marcan el camino.
La mayoría de la gente culpa a su mala suerte y a factores externos pero la realidad es que todo está en nosotros, en nuestra fuerza interior. Así que tenemos que empezar a dar pequeños pasos que luego podamos hacer más grandes. También tenemos que ver las recompensas para sentirnos orgullosos. Eso es lo que nos anima a seguir avanzando.
Empezar por las cosas pequeñas
Para lograr esa confianza, empezamos por cosas pequeñas y controlables pero que marquen una diferencia. Eso son los menús y tu armario y también tu pequeña zona de trabajo. Cosas que controlas, donde nadie se va a meter demasiado y en las que sólo tu empuje es necesario. Son parcelas en las que no vas a tener problemas externos.
Ahí empiezas a ver cambios, resultados. Entonces te sientes bien y quieres más. Cuando te sientes lo suficientemente convencido y fuerte te enfrentas al siguiente reto, ordenar las zonas comunes, dialogar con la familia.
Si todo va bien, tu confianza resurge. Esos días empiezas a sonreir al abrir la puerta y mirar a tu alrededor, te sientas a leer un libro por primera vez en meses en un tiempo que antes no tenías, en un rincón que antes no tenías. Y un día, ahí sentado, apoyas la cabeza en el orejero mientras sujetas la taza de té caliente con las manos y te preguntas ¿por qué no?
Entonces es cuando has cambiado el chip. Entonces es cuando esa confianza renovada y ese ansia de cambio te lo vas a llevar a fuera, al trabajo, a tu día a día, a la calle…
Por qué la casa
Por qué ordenar la casa, por qué empezar por ahí y no por cualquier otra cosa.
La casa es un entorno controlado, un lugar donde es más fácil hacer cambios sin encontrar resistencia. No siempre, claro, pero sí muchas veces. Pero no es sólo por eso.
Tu casa debería ser tu refugio, tu lugar sagrado. Debería ser ese sitio en el que puedes bajar la guardia y ser tú mismo. Deberías suspirar aliviado cuando entras y te tiras en el sofá y disfrutar y recuperarte de un mal día.
¿Por qué? Porque si no es en tu casa, no va a ser en ningún sitio. Así de claro.
No hay otro sitio en el mundo en el que tengas más libertad de movimientos, más capacidad de hacer cambios, de tenerlo todo a tu manera. No hay otro sitio como ese en el que puedas ser tu mismo. Por eso es tan importante.
Las casas son el reflejo de las personas que las ocupan. Si estás triste, tu casa estará más oscura, tendrá menos luz. No serás consciente de eso pero pasará. Cuando estamos tristes buscamos la oscuridad, la noche, las mantas.
Si estás alegre querrás que la luz entre a raudales. Abrirás las persianas con fuerza y correrás las cortinas.
Si eres caótico o estás deprimido, tu casa estará abandonada, igual que tu mente y si eres fuerte, disciplinado y seguro de ti mismo tu casa lo reflejará también.
Conclusión
Recuperar la fuerza y la ilusión, recuperar el control de tu vida, tiene todo que ver con la confianza. Empieza por cosas pequeñas, esas que puedas hacer tú solo y para las que no necesites a nadie.
Celebra tus pequeñas victorias. Es importante que seas consciente de tu éxito, que lo veas.
Ten paciencia. Roma no se construyó en un día. Tu casa será un hogar, será fácil de mantener, te librarás de esa carga que oprime tu pecho. Confía en mí pero sobre todo confía en ti porque tú puedes.
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