Desde que me emancipé, siempre me gustó eso de tener trastero. Al principio, porque vivíamos en «pisos amueblados» en los que debes mantener los muebles. Teníais que ver mi cara el día que vi mi mueble de salón en casa de los Alcántara. Después, como la mayoría, sólo por acumular.
Pero si algo te enseñan las mudanzas es que menos es más y que sólo debemos rodearnos de las cosas que nos hacen felices. Así que ahora prefiero vivir sin trastero, porque así me centro en lo mínimo y no tengo un gigantesco agujero negro en el que acumular sin control.